Cada vez que Nilda Rojas Martínez se acuerda como se aprovecharon de ella no puede parar de llorar. Cada vez que recuerda como el mismo día que falleció su recién nacido las enfermeras le decían: “si pues, te hemos ligado”, llora con desconsuelo.

La shipiba Nilda Rojas tenía ocho meses de embarazo, se sentía con la presión alta y dolor de cabeza. Fue al Hospital Amazónico, ubicado en la ciudad de Pucallpa, porque sentía que era el momento de dar a luz.

Antes de entrar a la sala de operación le hicieron firmar un papel. Ella pensó que estaba firmando para que le hagan la cesárea. Se sentía tan mal que firmó rápido y sin preguntar, nunca supo qué fue lo que firmó.

“Yo no pensé que me iban a hacer la ligadura, solamente cesárea, yo no dije que me hagan ligadura”.

“Al día siguiente de la operación falleció mi niño, se lo entregaron a mi mamá. Mi papá preparó un pequeño ataúd...Nunca pude ver su rostro porque tenía que permanecer en el hospital”.

“La enfermera me dijo que me habían hecho también la ligadura, y me sentí mal, yo no estaba de acuerdo”.

Nilda Rojas quería tener más hijos varones. Solo tenía un niño y el bebé que falleció, pero la cortaron en silencio.

“El hospital nunca me entregó ningún documento del fallecimiento de mi hijo, ni tampoco ningún papel de la ligadura”. Efectivamente, La República consiguió su historia clínica y no hay autorización para la esterilización. Fue contra su voluntad.