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Historias que inspiran

Alfredo Lay conquista el mercado saludable con sabor venezolano

Adriana Guerrero: “Una de las mejores cosas que tengo es que soy persistente”

Tequecheese: una marca venezolana que triunfa en el mercado peruano

Ofrece algunas indicaciones al personal que está bajo su cargo antes de conversar. Está pendiente de no pasar por alto cada detalle de su producto: kasabe.pe. Alfredo Lay reside en Perú desde hace cinco años y cuando llegó se dio cuenta de que había una oportunidad de negocio que no podía desperdiciar.

En Venezuela tenía una empresa de transporte, pero no pudo continuar como muchos proyectos truncados por la crisis. Decidió buscar mejores oportunidades junto a su esposa. Estar en otras tierras lo motivó a continuar con su espíritu emprendedor.

La propuesta de Alfredo se inclinó por la fabricación y comercialización del casabe, un pan o galleta hecho a base de yuca que goza de popularidad en Venezuela y en algunas zonas de la selva peruana.

Las comunidades indígenas del continente dejaron este alimento como una de sus más preciadas herencias, hoy, Alfredo lo presenta como una opción de producto saludable que se fabrica con materia prima nacional.

“Nosotros empezamos con un motor de lavadora dentro de una olla de aluminio. Allí metíamos la yuca, la molíamos con un disco que hicimos punteado con clavos de acero y prensábamos la yuca con una gata hidráulica”, describe.

Recordar los inicios genera una sonrisa casi automática en el rostro de Alfredo desde su fábrica ubicada en Lima. Lo acompañan dos jóvenes más que se encargan de la elaboración y empaquetado de toda la línea de productos que ofrece.

“El problema del emprendimiento no es hacer el producto. Lo puedes hacer fácilmente y con las dificultades que puedes tener, pero lo haces. El problema es venderlo”, insiste Alfredo.

Admite que fue complicado comercializar su propuesta y cataloga como un error haber ingresado a establecimientos pequeños, bodegas y mercados populares porque no se generaron las ventas esperadas. “Fue bastante frustrante pero no nos rendimos y decidimos irnos hacia los grandes”, añade.

“Identificamos varias tiendas de biomarket que son muy representativas en el mercado. Nos dirigimos a esos lugares y ofrecimos nuestro producto. Después que estas personas nos aceptaron y nos pusieron en sus anaqueles, todas las tiendas pequeñas nos llamaron porque también querían tener el producto”, recuerda Alfredo, quien advierte que el emprendedor debe estar atento a las exigencias de los potenciales clientes.

Kasabe.pe está presente en 60 puntos de venta en Perú en la actualidad. La meta es ingresar a los supermercados el próximo año.

“Gracias a esa mezcla de culturas hemos podido hacer un producto, que es muy típico en nuestro país, Venezuela, pero hemos podido mejorarlo con el insumo peruano. Lo único que cambia entre un emprendimiento exitoso y uno no exitoso es la constancia, la insistencia y la paciencia en lograr los objetivos”, destaca.

Tiene encargos por entregar y sonríe cuando lo recuerda. La sala no es tan grande, pero es el lugar de la casa que se convierte en un ameno taller para dar las pinceladas a cada pieza de porcelana que pasa por sus manos. Adriana Guerrero dice estar lista para conversar. Antes, nos ofrece un té servido en unas delicadas tazas de su firma. Todo es arte.

“He recibido comentarios como: ‘Se parecen a las piezas de mi abuelita’. Siento que lo que hago conecta con la familia y eso es muy bonito”.

Decidió emigrar a Perú en 2017. No pensó que salir de su natal Venezuela representaría una tarea complicada. Abordar el avión que la trasladaría a Lima, junto con su esposo, fue posible después de ser extorsionados por un efectivo de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB).

“Los inicios siempre son complicados, pero yo venía con la fuerza de instalar mi emprendimiento aquí. Llegamos en un momento delicado. Había unos antecedentes con algunos venezolanos que no habían sido muy gratos y la resistencia se sentía”, cuenta.

Al llegar a Perú su enfoque cambió. “Aquí como la comida es maravillosa, mi propuesta es hacia las vajillas”, añade.

No dudó en mostrar su trabajo a algunos conocidos, activó las redes sociales de By Adriana Guerrero y asistió a todo curso o capacitación para emprendedores que efectuaban en la ciudad.

Siempre tuvo presente adaptarse a los gustos de la sociedad que ahora la rodeaba. “Me iba a museos a ver el arte de aquí, a conocer la cultura para que me sirviera de inspiración. Estuve muy pendiente de qué le gustaba al peruano y si de verdad mi emprendimiento iba a calar”.

Los clientes comenzaron a llegar poco a poco. Restaurantes, pastelerías y reposteras forman parte de esa lista. La pandemia de la COVID-19 no limitó ni retrocedió lo que había logrado hasta ese momento.

Para Adriana ha representado un desafío mantener una comunicación fluida con sus clientes de manera virtual, ya sea para concretar ventas o dar a conocer su producto.

“Una de las mejores cosas que tengo es que soy persistente. Yo sé que no es fácil porque hay momentos en los que digo: ¿De dónde saco yo el dinero siendo persistente para continuar en mi empeño? Siempre hay que variar”, concluye.

Todos quieren hablar y se organizan para hacerlo. No ponen condiciones, solo quieren que cada miembro de la familia cuente su experiencia. Tampoco desean que se escape algún detalle. Los Malavé Torres son creadores de una marca de tequeños en Perú. No es cualquier tequeño, “es tequeño venezolano”.

“En Venezuela decimos que no hay fiesta sin tequeños, ¿por qué nosotros no preparamos tequeños y hacemos una empresa de ventas al mayor aquí? Empezamos todos a movernos”, detalla Isbelia Torres, fundadora de Tequecheese.

Su esposo Raúl Malavé no apoyó la idea al principio. Sus planes eran otros y temía perder todos sus ahorros.

“Lo vimos, discutimos, yo me opuse inicialmente y dije: ¿Cuándo uno va a levantar aquí vendiendo tequeñito? Tú eres loca. Al final se tomó una decisión: Vamos a probar con los tequeños”, recuerda.

Sus hijas, junto a sus esposos, son personas claves para el desarrollo del emprendimiento. No hubo un día en que no investigaran, practicaran cómo hacer la masa, buscaran asesoría y apostaran todo para crear Tequecheese.

La familia llegó a Perú proveniente del estado Monagas, noreste de Venezuela. La difícil situación los arropó como a millones de sus compatriotas y los obligó a salir.

“No había seguridad social, no había medicinas, no había comida ni transporte. Tuvimos que tomar una decisión porque si nos quedábamos allá con la edad de nosotros, con nuestros hijos y nuestros nieticos no había manera de salir adelante con todo eso”, recuerda.

María Virginia Malavé, una de las hijas de Isbelia y Raúl, nunca desistió de su gran sueño. Estar en un anaquel de supermercado, lo visualizaba desde los primeros meses de su estadía en Lima. El camino no fue fácil, hubo tropiezos, pérdidas de seres queridos y hasta estafas.

“Cencosud fue la primera cadena de supermercados que conocimos cuando llegamos a Perú. Ahora que estamos vendiendo nuestros tequeños allí fue tal como lo soñamos. Fue un sueño hecho realidad”, cuenta Virginia, quien agregó que la meta se alcanzó en tiempos de pandemia.

Su esposo Daniel Rodríguez añade que la propuesta de sus tequeños no fue invasiva para captar a potenciales clientes nacionales. Hoy, el producto es comercializado en varios supermercados de Lima y otras ciudades.

“Lo importante de cuando llegas a conquistar esa atención, este público es muy fiel. Come, repite, recomienda y se fideliza. Me atrevo a decir que 80% de nuestras ventas son de público peruano”,, destaca Daniel.

Lograr el equilibrio, permanecer unidos como familia y socios son características indispensables para el éxito de su empresa. Hay tropiezos que han logrado superar porque uno está pendiente del otro. “Siempre estamos unidos, siempre estamos ayudándonos”.

“La familia Tequecheese somos todos y todos son bien recibidos en este hogar”, comenta María Virginia.

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